El pastor Conrad Vine, director de las Misiones Fronterizas Adventistas, es conocido por sus sermones contundentes, llenos de hechos, serios y de verdades presentes que perturban a los líderes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Por ejemplo, hace unos meses atrás, el pastor Vine reveló que más de la mitad de los fondos operativos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día provienen del gobierno. Señaló que Loma Linda tenía un presupuesto de 21 billones de dólares, mientras que todos los diezmos y ofrendas recibidos en la División Norteamericana sumaban un poco más de un billón de dólares. “¿A quién creen ustedes que va a escuchar la Conferencia General?,” preguntó. Pero hace unas semanas atrás, en el campamento adventista del norte de Maine, él sugirió que se podría establecer una organización laica independiente, no perteneciente a la Conferencia General, para recibir y distribuir diezmos y ofrendas a entidades dignas.
Primero, repasó algo de la historia de la iglesia adventista de la que muy pocos hablan; como, durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, los líderes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día permitieron que sus miembros en Europa y la Unión Soviética se unieran a las fuerzas armadas y combatieran en sábado; hechos serios que causaron la formación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día Movimiento de Reforma. Pero nos entristece que Vine haya olvidado mencionar (o no lo sabe) cómo la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en las reuniones de Martin-Barnhouse de 1955-56, aceptó un dios falso y un Cristo falso, y repudió la obra de expiación final de Cristo en el lugar santísimo del santuario celestial. Esto fue hecho para que la iglesia adventista fuese aceptada como una iglesia legítima por las iglesias babilónicas caídas.
Estos actos desleales fueron tan impactantes que M.L. Andreasen le escribió al presidente de la Conferencia General lo siguiente: “Estoy viendo a mi iglesia suicidarse.” Pero Conrad Vine decidió centrarse en la reacción de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día ante la crisis del Covid 19: cómo decidió seguir al gobierno al ordenar que todos los miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día se vacunaran, sin permitir ninguna libertad de conciencia a quienes no quisieran vacunarse. Para Conrad Vine, esto marcó la línea cuando la Iglesia Adventista del Séptimo Día se convirtió en una “Iglesia Régimen” porque la iglesia se colocó en el lugar de Dios, tal como lo hizo el papado en los días de Martín Lutero. Pero Vine apenas estaba calentando motores. Luego tocó el punto neurálgico más sensible de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, (los diezmos y las ofrendas), cuando sugirió establecer una organización de miembros laicos de confianza que en realidad recaudaría los diezmos y las ofrendas de los miembros (desviándolos de las conferencias deshonestas) y distribuiría esos fondos entre las conferencias y las personas que eran antivacunas y que, por lo demás, se consideraban dignas de ello. (crear conciencia de las injusticias, vayan a la quiebra).
Aplaudimos su valentía a motivar la creación de una organización de ese tipo, un paso que debería haberse dado por mejores razones hace años. Pero, ¿es esto ponerle el hacha a la raíz del árbol? ¿Se trata de enfrentar directamente la apostasía Omega? (Vea Mensajes Selectos, tomo 1, pp. 239, 240). Creemos que no. El plan de Conrad Vine todavía ignora, y por lo tanto aprueba la apostasía de la verdad y el pecado corporativo de 1955-56, que es más grave y que reside en la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
La reacción de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día no se hizo esperar. La Conferencia del Norte de Maine fue la primera en reaccionar y le prohibió a Conrad Vine predicar allí. Luego, el ministerio de Esteban Bohr le canceló su invitación a predicar en un evento futuro. Luego, la Conferencia de Michigan, de la que Conrad Vine es miembro y empleado, le prohibió predicar allí. El presidente de la Conferencia General, Ted Wilson, y el evangelista de la Conferencia General, Mark Finley, pronunciaron sermones en los que aseguraban a los miembros que “la apostasía estaba en la iglesia, pero que la iglesia no estaba en apostasía.” Repitieron las conocidas frases: “El trigo y la cizaña crecerán juntos hasta el fin” y “La iglesia cruzará hasta el fin.” Luego, algunos pastores individuales tomaron acción en respuesta a la crisis.
El pastor Ivor Myers proclamó que Conrad Vine estaba haciendo el mismo trabajo que Satanás hizo en el cielo. El pastor Isaac Olatunji dijo que, aunque podría dar una lista completa de apostasías en la iglesia, todavía seguía adelante y que todos debían permanecer en ella. Por otro lado, Andrew Henriques de Prophesy Again [Profetizar Otra Vez] pidió a todos los pastores adventistas del séptimo día a que renuncien a la apostasía y se pongan de pie de parte de la verdad. El pro-vida Andrew Michell, señaló que si bien la Conferencia General no permitiría la libertad de conciencia individual para las vacunas del Covid-19, sí daría libertad de conciencia a quienes quisieran unirse a las fuerzas armadas y a aquellas mujeres que quisieran abortar. Se han seguido publicando más reacciones en video.
¿Qué pasará? ¿Se derrumbará la Iglesia Adventista del Séptimo día? No. Elena G. de White profetizó acerca de esta última gran apostasía:
“El enemigo de las almas ha procurado introducir la suposición de que había de realizarse una gran reforma entre los adventistas del séptimo día, y que esa reforma consistiría en renunciar a las doctrinas que están en pie como las columnas de nuestra fe y que había de comenzar un proceso de reorganización. Si se efectuara esta reforma, ¿qué resultaría? Los principios de ver-dad que Dios en su sabiduría ha dado a la iglesia remanente se-rían descartados. Sería cambiada nuestra religión. Los principios fundamentales que han sostenido la obra durante los últimos cincuenta años serían considerados como error. Se establecería una nueva organización. Se escribirían libros de una nueva orientación. Se introduciría un sistema de filosofía intelectual. Los fundadores de ese sistema irían a las ciudades y harían una obra maravillosa. Por supuesto, se tendría poco en cuenta el sábado y también al Dios que lo creó. No se permitiría que nada se interpusiera en el camino del nuevo movimiento. Los dirigentes enseñarían que la virtud es mejor que el vicio, pero habiendo puesto de lado a Dios, resolverían depender del poder humano, que no tiene valor sin Dios. Su fundamento estaría edificado sobre la arena, y la tormenta y la tempestad barrerían la estructura.”―Mensajes Selectos, tomo 1, pp. 238, 239.
Elena G. de White predijo que “sería cambiada nuestra religión,” que se establecería una “nueva organización” y que “nada se interpondría en el camino del nuevo movimiento.” Eso significa que la estructura de la Conferencia General, como una aplanadora, seguirá avanzando. En última instancia, la hermana White vio que “la tormenta y la tempestad barrerían la estructura.” Pero mientras la destrucción acecha en el futuro de la apostasía, en otra de sus predicciones, ella da esperanza de que el verdadero pueblo de Dios, la verdadera Iglesia Adventista del Séptimo Día, aunque sea un grupo pequeño, se separará de la apostasía y preservará la fe que una vez fue dada a los santos adventistas del séptimo día:
“En el tiempo en que son mayores el peligro y la depresión de la iglesia, la pequeña compañía que se mantiene en la luz estará suspirando y clamando por las abominaciones que se cometen en la tierra. Pero sus oraciones ascenderán más especialmente en favor de la iglesia, porque sus miembros están obrando a la manera del mundo. No serán vanas las oraciones de estos pocos fieles. Cuando el Señor salga como vengador, vendrá también como protector de todos aquellos que hayan conservado la fe en su pureza y se hayan mantenido sin mancha del mundo. Será entonces el tiempo en que Dios prometió vengar a sus escogidos que claman día y noche, aunque sea longánime con ellos.”―Testimonios para la Iglesia, tomo 5, p. 195.
El plan de Conrad Vine tiene buenas intenciones. Lo aclamamos como a uno de los centinelas solitarios que claman con fuerza sobre los muros de Sion, pero hasta que no haya reconocimiento y arrepentimiento por lo que sucedió en 1955 y 1956 en las reuniones de Mar-tin y Barnhouse, este movimiento de protesta no puede tener éxito espiritual. Una vez más, Elena G. de White predijo que no tendría éxito cuando dijo: “No se permitiría que nada se interpusiera en el camino del nuevo movimiento.” Pero, ¿qué sucedería si el pueblo de Dios pudiera tomar control de la estructura de la Conferencia General hoy? ¿Qué sucedería? Primero, tendría que vender los hospitales y comenzar de nuevo a reconstruir sobre la base del plan de salud de Dios. Además, tendría que vender el sistema escolar y comenzar de nuevo utilizando un plan basado en la escuela de los profetas. Y, una vez más, tendría que arrepentirse de la Declaración de Creencias (Ecuménicas) Adventistas del Séptimo Día de 1980 y volver a la Declaración de Principios Adventistas del Séptimo Día de 1872. De hecho, tendría que comenzar de nuevo de todos modos.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día fue levantada con un solo propósito: predicar el mensaje de los tres ángeles. Lamentablemente, hoy en día es un hecho que la Conferencia General está en pecado corporativo como sistema, al violar la ley de Dios: 1) Adorando a la Trinidad, un dios falso (violando el primer mandamiento); 2) Aceptando a un Cristo falso que vino en la carne de Adán sin pecado (inmaculada) antes de la caída; 3) Enviando jóvenes a las fuerzas armadas (violando el sexto mandamiento); 4) Realizando abortos en sus hospitales (violando el sexto mandamiento); 5) Vendiendo el vino babilónico en las librerías adventistas del séptimo día, y mucho más. Esto no era auténtico en los días de Elena G. de White.
Hoy, es una organización totalmente nueva desde 1980, registrando el mismo nombre bajo la ley comercial en 1981, cantando de un himnario trinitario aprobado por la iglesia católica en 1985 y adoptando un nuevo logotipo corporativo en 1995. Por lo tanto, el pueblo de Dios debe separarse de la apostasía de la Conferencia General. Es imposible dar el mensaje de los tres ángeles cuando se está en pecado corporativo. No se puede llamar a la gente a salir del pecado corporativo babilónico cuando se está en el pecado corporativo mayor de la Omega de la apostasía.
Entonces, ¿qué debemos hacer? Pablo declara: “Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6: 17, 18).
Judas vio claramente nuestros días: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado en-cubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1: 3, 4).