Primeros Escritos, pp. 259-261, por Elena G. de White.
“Se me recordó la proclamación del primer advenimiento de Cristo. Juan fue enviado en el espíritu y el poder de Elías para preparar el camino para Jesús. Los que rechazaron el testimonio de Juan no recibieron beneficio de las enseñanzas de Jesús. Su oposición al mensaje que había predicho la venida de él los colocó donde no les era fácil recibir las evidencias más categóricas de que era el Mesías. Satanás indujo a aquellos que habían rechazado el mensaje de Juan a que fuesen aun más lejos, a saber, que rechazasen y crucificasen a Cristo. Al obrar así, se situaron donde no pudieron recibir la bendición de Pentecostés, que les habría enseñado el camino al santuario celestial.
El desgarramiento del velo en el templo demostró que los sacrificios y los ritos judaicos no serían ya recibidos. El gran sacrificio había sido ofrecido y aceptado, y el Espíritu Santo que descendió en el día de Pentecostés dirigió la atención de los discípulos desde el santuario terrenal al celestial, donde Jesús había entrado con su propia sangre, para derramar sobre sus discípulos los beneficios de su expiación. Pero los judíos fueron dejados en tinieblas totales. Perdieron toda la luz que pudieran haber tenido acerca del plan de salvación, y siguieron confiando en sus sacrificios y ofrendas inútiles. El santuario celestial había reemplazado al terrenal, pero ellos no tenían conocimiento del cambio. Por lo tanto no podían recibir beneficios de la mediación de Cristo en el lugar santo.
Muchos miran con horror la conducta seguida por los judíos al rechazar a Cristo y crucificarle; y cuando leen la historia del trato vergonzoso que recibió, piensan que le aman, y que no le habrían negado como lo negó Pedro, ni le habrían crucificado como lo hicieron los judíos. Pero Dios, quien lee en el corazón de todos, probó aquel amor hacia Jesús que ellos profesaban tener. Todo el cielo observó con el más profundo interés la recepción otorgada al mensaje del primer ángel. Pero muchos que profesaban amar a Jesús, y que derramaban lágrimas al leer la historia de la cruz, se burlaron de las buenas nuevas de su venida. En vez de recibir el mensaje con alegría, declararon que era un engaño. Aborrecieron a aquellos que amaban su aparición y los expulsaron de las iglesias.
Los que rechazaron el primer mensaje no pudieron recibir beneficio del segundo; tampoco pudo beneficiarles el clamor de media noche, que había de prepararlos para entrar con Jesús por la fe en el lugar santísimo del santuario celestial. Y por haber rechazado los dos mensajes anteriores, entenebrecieron de tal manera su entendimiento que no pueden ver luz alguna en el mensaje del tercer ángel, que muestra el camino que lleva al lugar santísimo.
Vi que así como los judíos crucificaron a Jesús, las iglesias nominales han crucificado estos mensajes y por lo tanto no tienen conocimiento del camino que lleva al santísimo, ni pueden ser beneficiados por la intercesión que Jesús realiza allí. Como los judíos, que ofrecieron sus sacrificios inútiles, ofrecen ellos sus oraciones inútiles al departamento que Jesús abandonó; y Satanás, a quien agrada el engaño, asume un carácter religioso y atrae hacia sí la atención de esos cristianos profesos, obrando con su poder, sus señales y prodigios mentirosos, para sujetarlos en su lazo. A algunos los engaña de una manera; y a otros, de otra. Tiene diferentes seducciones preparadas para afectar diferentes mentalidades. Algunos consideran con horror un engaño, mientras que reciben otro con facilidad. Satanás seduce a algunos con el espiritismo. También viene como ángel de luz y difunde su influencia sobre la tierra por medio de falsas reformas. Las iglesias se alegran, y consideran que Dios está obrando en su favor de una manera maravillosa, cuando se trata de los efectos de otro espíritu. La excitación se apagará y dejará al mundo y a la iglesia en peor condición que antes.
Vi que Dios tiene hijos sinceros entre los adventistas nominales y las iglesias caídas, y antes que sean derramadas las plagas, los ministros y la gente serán invitados a salir de esas iglesias y recibirán gustosamente la verdad. Satanás lo sabe; y antes que se dé el fuerte pregón del tercer ángel, despierta excitación en esos cuerpos religiosos, a fin de que los que rechazaron la verdad piensen que Dios los acompaña. Satanás espera engañar a los sinceros e inducirlos a creer que Dios sigue obrando en favor de las iglesias. Pero la luz resplandecerá, y todos los que sean honestos dejarán a las iglesias caídas, y se decidirán por el remanente.”